300 palabras sobre El día del perro, de Caroline Lamarche
El día del perro (2020), de Caroline Lamarche. En la tarde de aquel lunes, un perro apareció en la autopista. Aturdido entre los carros lanzados a toda velocidad, corrió a alguna parte, sin que se supiera que haya sido atropellado, como parecía tan probable. Un camionero se había detenido y comenzado a hacer señales a los demás conductores. También una chica se bajó de su auto, mientras su acompañante, una mujer mayor que ella, observó la escena desde el asiento del copiloto. Entre decenas de flechas indiferentes, otro hombre, otra mujer y un ciclista, que distraído por el alocado animal terminó rodando por el asfalto, lastimándose la rodilla, completaron el grupo de los preocupados por el perro, cuya desesperada carrera, con su impresión de un ser inclinado por propia voluntad hacia la muerte, recuerdan ahora, en una evocación que impulsa el descubrimiento de sí mismos. El camionero, refugiándose en el invento de una esposa y dos hijos, mientras escribe a la sección cartas del lector de diversas publicaciones; el sacerdote, a sus sesenta años, añorando a Sophie, una joven con quien ha compartido en los espacios de la biblioteca parroquial; la acompañante de la muchacha, sintiendo el abrazo de la viudez y la distancia de su hija, quien ante el vacío paterno ha optado por la gula; la mujer, repasando su decisión y las consecuencias de ese día, cuando iba a una “cita de ruptura”, como la había bautizado, para deshacerse del inmenso amor que la dejaba tan indefensa; el ciclista, resintiendo la incomprensión del mundo tras quedar sin trabajo y topar con el silencio de sus amigos. El perro de la autopista, ciego y sordo por el pánico de su desamparo, representa para todos ellos la metáfora del destino humano que comparten: abandonar o ser abandonado en algún momento.