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Foto del escritorFrancisco Vallenilla

Aire de familia

300 palabras sobre La esposa joven, de Alessandro Baricco


 


 

Hay una mujer de 18 años. Hay un Hijo desaparecido. Hay un mayordomo, clave de las conductas domésticas. Hay un Tío sabio. En la novela de Alessandro Baricco La esposa joven, hay miedos, secretos y ausencias, cada uno de los cuales actúa como principio ordenador de las vidas de los personajes. Es una familia extraña. Sus miembros siguen rutinas extravagantes y pese a su seguridad material, se rigen por una estricta economía, al punto de que no se permiten momentos de infelicidad: le roban tiempo a la alegría, que es cuando se crece; es decir, son un derroche. El Padre tiene una “inexactitud” en el corazón que le obliga a vivir sin sobresaltos; la Madre es de una belleza turbadora que irradia de la perfección de sus senos; la Hija, coja por un accidente infantil, es enigmática; el Tío —que no lo es en el sentido filial— solo duerme y sus instantes de vigilia sirven para expresar una frase atinada o identificar la solución a un problema; Modesto, el mayordomo, es capaz de predecir el clima del día con precisión y emplea un código laríngeo en sus comunicaciones, según el cual, por ejemplo, dos toses cortas significan “ir con precaución”. Tienen miedo a la noche porque, sin excepción, todos sus antepasados han muerto en la oscuridad y comparten la idea de que la repetición de los gestos sirve para contener el paso del tiempo. La singularidad toca a la propia casa: retiene en sus habitaciones frases y pensamientos susceptibles de apropiación por los visitantes. A este espacio llega La Esposa Joven, comprometida con el Hijo ausente. Mientras espera, conoce los secretos de cada uno y aprende de la Madre las claves de la seducción, como antes aprendió de su abuela cómo esquivar la tradición incestuosa de su familia de campesinos.

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