300 palabras sobre Los transparentes, de Ondjaki
Los transparentes es una novela coral. Un edificio, en el céntrico barrio Maianga de la capital de Angola, debe su singularidad a un misterioso bote de agua en el primer piso, que no deja de manar ni siquiera cuando la escasez del líquido se extiende a toda la ciudad. Más parece un manantial urbano, por la vivacidad con que fluye y por la benignidad de sus aguas, que causado por una tubería rota. En el inmueble viven Odonato y su familia; Edu y su mujer; un periodista y su novia; un pelador de verduras, silencioso y melómano; un emprendedor de los bajos fondos y su pareja; Papito, joven sin padres que vino desde el interior del país. Además, son asiduos visitantes el Cartero, el VendedordeConchas y el Ciego, que siempre andan juntos; los inspectores del Ministerio, EstaVez y OtraVez, gemelos. Vinculados entre ellos (el VendedordeConchas está enamorado de Amarillita, la hija de Odonato, por ejemplo), sus nexos exteriores son los que sirven para ampliar el horizonte del edificio y extenderlo a toda la urbe. Así, aparecen el Ministro, el Asesor, el empresario Don Cristalino… Los transparentes es un fresco de Luanda, de la cotidianidad de sus habitantes más humildes, llenos de solidaridades e imaginación para sobrevivir, pero también de la corrupción y disparates de los gobernantes: hay petróleo en el subsuelo capitalino y se disponen a explotarlo… La novela, con mucho de estampa pintoresca de una realidad tercermundista, se adentra en la desesperanza existencial de los menos favorecidos: Odonato, desempleado, cada vez come menos para que lo hagan sus hijos y ha llegado a no sentir hambre: enflaquece, naturalmente, y se va haciendo transparente. Es la metáfora de todos los que, como él, comparten un destino: resultar invisibles para los que en la sociedad tienen los recursos y el poder.