300 palabras sobre Desayuno de campeones, de Kurt Vonnegut
Kurt Vonnegut. Estadounidense, 1922-2007. En la foto de la solapa, aparece viejo, con una gran mata de pelo negro encrespado, bigote con destellos canosos y la mirada irónica de sus ojos saltones. Quizás se trate del influjo de la novela, pero después de leer Desayuno de campeones no puedo imaginarme que Vonnegut tuviera otra apariencia; quiero decir, alguien que luciera así necesariamente tenía que escribir así: con humor y mordacidad. En la novela, un escritor desconocido de ciencia ficción (Kilgore Trout) se cruza en la vida de un hombre de negocios (Dwayne Hoover) que, pese a su éxito, arrastra una angustia existencial. Las consecuencias del encuentro se anticipan en las primeras páginas, pero el lector las presencia hacia el final del libro: no es relevante este desarrollo clásico de la novela, pues lo interesante son las trayectorias que cumplen el hombre de letras y el empresario antes de toparse. Hay un autor ficcional (Philboyd Studge), que se involucra en la trama y es afectado por su ficción, y el propio Vonnegut aparece como personaje, en un itinerario novelístico marcado por punzantes críticas a la guerra, la depredación del planeta, los lugares comunes que la mayoría tiene por únicos pensamientos, el consumismo, el racismo… Los cuestionamientos también aparecen cuando se refiere la obra de Trout: textos de ciencia ficción basados en conductas y actitudes humanas que merecen la descalificación… Este libro es la radiografía de una especie que, en términos generales, es bastante imbécil y de la cual Studge deja una suerte de testimonio para alguien que no la conozca de nada (un extraterrestre) o al menos que no la conozca mucho todavía, como puede sucederle a un niño. De Vietnam, por ejemplo, dice: “Era un país donde Estados Unidos intentaba impedir que la gente fuera comunista, arrojándole cosas desde aviones”.