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Foto del escritorFrancisco Vallenilla

Cierta forma de orfandad

300 palabras sobre El expediente de mi madre, de András Forgách

 
 

“Lo pasado, pasado está”. “El pasado es tiempo muerto”… Son frases para justificaciones actuales, pero no son ciertas. No del todo. El reposo del pretérito es un estado inducido por una o varias interpretaciones dominantes en el presente sobre lo acontecido, pero siempre está abierto a las revisitas. Aunque no modifican en sí lo ocurrido, cosa imposible, las vueltas de tuerca sí pueden encender otras lámparas para iluminar el ahora, a fin de cuentas el único momento susceptible de variación. Para iluminar o, a veces, para oscurecer, que fue lo que le pasó al dramaturgo húngaro András Forgách: años después de la muerte de su madre y del fin de los gobiernos comunistas en la Europa Central y del Este, llegaron a sus manos las pruebas de que ella —y también su padre, pese a que los archivos sobre este desaparecieron casi todos— fue una informante de los servicios de inteligencia durante el comunismo en Hungría. De ella, él sabía que era una militante comunista irreductible y que se oponía al sionismo aun siendo judía. Pero no que fuera una delatora y que intentara reclutar entre su familia a otros —sin descartar al propio András— para esas tareas en la sombra. Sobre esa revelación Forgách escribió El expediente sobre mi madre. Sus progenitores lo trataron con la dosis justa de severidad, comprensión, apoyo, amor… para guardar de ellos un recuerdo “normal”. Sin embargo, la imagen ha sufrido una ampliación inesperada y aquellos dos, tan cercanos y conocidos, de alguna manera se convirtieron en extraños. Tenían nombres clave (señor y señora Pápai), trabajos de tapadera (el padre corresponsal de la agencia de noticias húngara en Londres) y viajes “justificados” (la madre a Israel para visitar a sus familiares, pero en realidad para informar sobre un congreso sionista). ¿Quiénes eran en verdad?

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