300 palabras sobre Tres lindas cubanas, de Gonzalo Celorio
Tres lindas cubanas (2006), de Gonzalo Celorio. Virginia es la segunda de tres hermanas, hija de un matrimonio de la alta burguesía de la isla, que se casó en La Habana con un diplomático mexicano y parió 12 hijos en tres países. Rosita, la mayor, terminó exiliada en Miami; Ana María, la menor, murió en Cuba. La novela describe tiempos pre y revolucionarios, aunque los años antes de 1959 están circunscritos al acontecer familiar, mientras que después de allí son más corrientes y centrales las referencias políticas, sociales y económicas; acaso sea así porque la voz narrativa antes del quiebre no le pertenece —es una tercera persona, Rosita—, mientras que lo ocurrido después lo vivió el narrador en primera persona —Gonzalo—, bien desde lejos, cuando siendo universitario ya estaba fascinado con el triunfo de Fidel Castro; bien después, de cerca, cuando viajó innumerables veces a Cuba en cumplimiento de funciones oficiales en el ámbito cultural. Se trata de una saga familiar y del repaso equilibrado del devenir de los cubanos en las cuatro primeras décadas corridas desde el derrocamiento de Batista. Están allí el exilio, el desmembramiento de las familias, la persecución política, la escasez y otras penurias que ensombrecen fuertemente los logros innegables en educación, salud, deportes, soberanía… Gonzalo, en cada viaje, ve muy cuestionada su moral revolucionaria, porque ir a Cuba es constatar que lo mucho alcanzado ha supuesto la negación de libertades civiles fundamentales. Pareciera no haber salida: cuando el país comenzó a abrirse a los capitales extranjeros, particularmente en turismo, como una forma de reflotar la economía, renacieron también males prerrevolucionarios: prostitución, mayor corrupción, marcada diferenciación social… ¿Igualdad y libertad son aspiraciones irremediablemente excluyentes? La novela conforma la trilogía narrativa familiar del escritor mexicano, junto con El metal y la escoria (2015) y Los apóstatas (2020).