top of page
Foto del escritorFrancisco Vallenilla

De una sensibilidad excluyente

300 palabras sobre La casa de Dostoievsky, de Jorge Edwards


 


 

El Poeta. Era alto, de melena encrespada, caminar escorado y ropas de triste ver. Su obra circulaba en los márgenes del establishment, donde reinaba el “poeta oficial” de Chile, Pablo Neruda. Sin embargo, por sus estadías en Francia y Cuba, por su premio Casa de la Américas, el Poeta acabó por adquirir cierta fama en su país “y no solo fama: hasta un cierto perfil de leyenda, una curiosa aureola, una sombra alargada y enroscada”, según la biografía que de él intenta el narrador de La casa de Dostoievsky, de Jorge Edwards. “A pesar de que había sufrido, y pasado penurias sin cuento, y de que había huido de tantas cosas, tuvo la sensación molesta, casi culpable (…) de que había arriesgado poco, de que había vivido, después de todo, en el privilegio, ¡hasta en la molicie!”. A cuestionarse lo impulsaron no solo las circunstancias políticas de las que se mantuvo a prudente distancia (estuvo en La Habana en los días del caso Heberto Padilla y regresó a su patria cuando el gobierno de la Unidad Popular), sino también razones afectivas: se enamoró de la mujer más bella de Santiago y aunque fue amado por ella hasta el final, algo en su naturaleza se empeñaba en desdeñar aquel vínculo. ¿Qué lo mantuvo aislado del fervor intelectual para forjar una cultura nueva, como soñaron tantos escritores y artistas en los primeros años de la Revolución cubana y, después, en el Chile de Allende? ¿Qué lo separó de la preciosa Teresa, su Beatriz? Si hubiera sido contemporáneo de Martí —y a diferencia del cubano—, del Poeta se habría dicho que se rindió a la sensibilidad modernista, refugiándose en su torre de marfil, en lugar de al espíritu romántico, que lo habría integrado en las conmociones políticas y amorosa de su vida.

bottom of page