300 palabras sobre El desierto y su semilla, de Jorge Baron Biza
Jorge Baron Biza costeó la publicación de su libro en 1998: única novela de quien ejerció disímiles oficios, entre ellos, corrector de pruebas en publicaciones de dudoso prestigio. Hijo de un rebelde adinerado que devino anarquista y de una luchadora social, Baron Biza describió su contacto directo con la violencia y el dolor. Como oponentes de Perón y Evita, la familia tuvo una agitada vida política, que incluyó el exilio, y en particular su padre terminó solo, al margen de la política, la familia y los amigos. Le llevaba veinte años a su madre y pasaron cerca de tres décadas intentando divorciarse. En una última cita con los abogados, cuando parecía que era la separación definitiva, él le desfiguró el rostro arrojándole ácido; más tarde lo encontraron en su departamento con un balazo en la sien. Siguieron la cirugía y el tratamiento reconstructivo de dos años en Milán, a donde ella viajó acompañada de Jorge, que en la novela es Mario. En la clínica, fue él quien le dio de comer y, junto con los médicos, el principal testigo de la reconstrucción de las mejillas, los párpados, los labios… Fue un doloroso espectáculo que para el escritor tuvo forma de preguntas: dónde anidaba y qué desataba la violencia del ser humano, cuándo caían los diques que contienen a la bestia capaz de infligir dolor profundo al otro, por qué ese empeño ¿humano? de anular al semejante. Era un veinteañero alcoholizado y cuando no estaba cuidando a su madre, recorría la noche de Milán de la mano de una puta: otra experiencia para continuar por algunos pasillos oscuros. El suicidio de su padre ocurrió en 1964 y el de su madre en 1978; su hermana se mató con una sobredosis de barbitúricos en 1988. Demasiado: Jorge Baron Biza se suicidó en 2001.