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Foto del escritorFrancisco Vallenilla

El primer deslumbramiento

300 palabras sobre Las batallas en el desierto, de José Emilio Pacheco

 
 

El niño de la novela, Carlos, sufre por su incomprendido enamoramiento de la bellísima mamá de su mejor amigo. Sus padres se tranquilizan enviándolo al siquiatra y cambiándolo de escuela. Su cuate, Jim, también lo condena, aunque por una razón que está fuera de discusión en el universo infantil: las madres son sagradas. Carlos, sumido en su primer deslumbramiento amoroso, no entiende por qué tanto escándalo, si solo ha comunicado su sentimiento. De la mano de este amor, el autor contrapone las visiones del niño y los adultos sobre la realidad, que tal vez sería —la realidad— menos complicada y más satisfactoria si en el tránsito entre ambas edades el animal humano no sacrificara su autenticidad. Al mismo tiempo, la novela recoge el paso del México rural al contemporáneo: el país se hace moderno, con avenidas, grandes edificios, carros y marcas estadounidenses, pero siguen incólumes la corrupción gubernamental y los prejuicios de clase. Hacia el final, Carlos, impulsado por una terrible noticia, intenta constatar que su deseo sí tuvo asidero; es decir, que el misterioso sexo escondido, visto por el milagro de un kimono apenas entreabierto, existió y que su dueña se llamaba Mariana. Nadie, sin embargo, recuerda que en el edificio hubiera una mujer con ese nombre y que tuviera un hijo, incluso lo niega una vecina que asegura estar viviendo allí desde 1939. No es solo un halo misterioso el que pretende Pacheco: es el dibujo de otro rasgo sobresaliente en una sociedad de cómplices: el silencio cubre el escándalo de los poderosos: Mariana era la amante de un hombre que aparecía habitualmente en fotografías sociales junto al Presidente. Así, Carlos ahora abriga una duda y esa es la forma en que se reafirma el tono evocador de la novela y se nos recuerda que somos pura memoria.

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