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Foto del escritorFrancisco Vallenilla

La verdad en un laberinto

300 palabras sobre Morir en agosto, de Javier Martín

 
 

Morir en agosto es una novela sobre una novela no escrita que, sin embargo, existe y la prueba es que uno la está leyendo. No la escribe Santos Puebla, quien no hace más que hablar de ella, sino sus personajes con sus testimonios sobre aquel y, sobre todo, Julián Ríos, un loco que se cree siquiatra, médico de Puebla en un manicomio y, a su vez, llamado a desentrañar el misterio que anida en el pasado del supuesto autor; vale decir, a develar por qué Puebla no quiso o no pudo escribir la novela y, en ese descubrimiento, escribirla él, Ríos, aunque por lo demás ya parece estar escrita: el manuscrito llega a manos de otro escritor, con quien Ríos coincidencialmente se encuentra en un evento de siquiatría, tal y como se relata en el preámbulo… Todos tienen algo que decir y todos dudan de que la novela exista, sin sospechar que sí es real y que por eso aparecen en ella como personajes: su hermano Juan y su hermana Quiteria; su esposa, María, y su hija, Libertad; Marcelo Fuentes, viejo amigo, y Gregorio Calas, antiguo profesor; Napoleón Cuevas, con quien se codea en Malabo (Puebla es diplomático y viaja por medio mundo); Wang, amigo de su hermano Juan; Pablo Alcolea y Leopoldo María Panero, poetas a quienes el escritor admira, sobre todo a este último; Víctor Cuesta, que también conoce a Puebla y, por supuesto, Ríos, a quien todos ellos hablan, aparte de Enrique Vila-Matas y Roberto Bolaño, de quienes el propio Santos Puebla se encarga de consignar su amistad. Con este juego de ficción/realidad y la estructura polifónica, el escritor Javier Martín hace patente el sentido de “su” novela: lo relativo que resulta la verdad, los engaños de la memoria y la acción implacable del tiempo sobre ellas.

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