300 palabras sobre Babilonia, de Yasmina Reza
Yasmina Reza es una dramaturga francesa a la que recuerdo por Un dios salvaje, su obra de teatro llevada al cine por Roman Polanski y protagonizada por Jodie Foster y Kate Winslet. Son dos parejas que se reúnen para solucionar un pequeño problema: el hijo de una de ellas ha golpeado al de la otra. Y todo parece ir según lo políticamente correcto hasta que estos humanos comienzan a relacionarse conforme su naturaleza depredadora… En Babilonia hay varias parejas, pero al final privan dos: Elisabeth y Pierre, Jean-Lino y Lidye. Elisabeth (ingeniera de patentes en el Instituto Pasteur) organiza una fiesta como una forma de sacudir, aunque sea por un rato, la tranquilidad de su vida matrimonial. Además de invitar a compañeros de trabajo, hermana, hijos y amigos de su esposo, extiende la convocatoria a Jean-Lino, su vecino del piso de arriba, inmigrante italiano, fumador de Chesterfield en las áreas abiertas del edificio, dueño preocupadísimo de un gato y compañero de Lidye, cantante aficionada de jazz y proteccionista animal. La reunión transcurre en paz, todos se despiden hacia la medianoche, pero poco después Jean-Lino regresa para comunicar la noticia que hará de ese día uno muy ajetreado. En Un dios salvaje las cosas se tuercen de manera gradual, mientras que en Babilonia hay un claro punto de inflexión, pero en ambas Reza retrata cómo, a la primera oportunidad, los humanos son presa de sus bajos instintos. Jean-Lino y Lidye han discutido y ella —de manera contradictoria— ha pateado al gato, pero ¿es eso suficiente para llegar al extremo? Elisabeth resiente su vida ordenada y se ha preguntado si alguna vez hubo electricidad con Pierre, pero ¿hasta dónde se es capaz de ir por ese anhelo de sentir una sacudida de emoción, de vivir, aunque sea por un momento, otra vida?