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Foto del escritorFrancisco Vallenilla

Se vende por unidad

300 palabras sobre Los exportados, de Sonia Devillers



 

En 2013, la Real Sociedad de Química del Reino Unido calculó que adquirir todos los elementos presentes en el cuerpo humano —son 59, aunque 99,1 por ciento del total lo concentran seis: carbono, oxígeno, hidrógeno, nitrógeno, calcio y fósforo— costaría 96.546,79 libras. Faltaría incluir el costo de una imposible mano de obra que hiciera funcionar al conjunto y agregar la cifra inconmensurable del alma, la mente, la autoconsciencia, o como quiera que se designe, sin la cual al continente físico del Homo sapiens no podría denominársele “máquina del ser”. Pero la tasación de una vida humana es una frontera científica y un despropósito ético, no una imposibilidad política ni económica, como se sabe desde el más distante pasado por la esclavitud y demostraron los gobernantes de la Rumania comunista entre finales de los años cincuenta y los setenta. Al principio fue un trueque: judíos a cambio de cerdos, vacas, toros, gallinas, ovejas, pavos… y de granjas automatizadas para su explotación. En 1961, la Securitate contabilizó que desde el comienzo de esta operación en 1959 se habían otorgado 156 visas, lo que reportó al Estado rumano 635.550 dólares en bienes y divisas: unos 4.000 dólares por persona. Luego, cuando Nicolae Ceaușescu llegó al poder, solo dinero en efectivo. Los compraban sus familiares en Occidente y después el propio Estado israelí. También hubo ventas de la minoría alemana a la República Federal de Alemania. Los abuelos, la bisabuela materna, su madre y una tía de Sonia Devillers, autora de Los exportados, llegaron a París el 19 de diciembre de 1961 gracias a este comercio de emigrantes, que hizo del aparato de seguridad rumano una de las principales fuentes de ingreso del país, junto al petróleo. Una empresa rentable, montada por un experto en la importación y exportación de ganado: un Schindler inglés.  


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