300 palabras sobre Hay unos tipos abajo, de Antonio Dal Masetto
Es 1978, sábado, el día antes de que Argentina y Holanda disputen la final del mundial de fútbol, cuando Pablo, periodista, es advertido por su amiga Ana de que hay unos tipos en la esquina de su calle, que primero en un carro y después a pie parecen estar siguiendo a alguien. Salen de su departamento y caminan por la ciudad, Ana cada vez más nerviosa y él convenciéndose de que no tiene nada que temer, pues no milita en política ni ha escrito nunca nada incorrecto. No hay razón para perseguirlo. “Eso nunca se sabe. Sus razones las conocen solamente ellos”, le replica ella. Ese sábado, sin embargo, no vuelve a su casa, pasa la noche en un hotel. El domingo, cuando regresa a su departamento, no están los tipos. Tranquilo, llama a Ana y quedan en comer allí para luego, como todo el país, ver el partido. Pero reaparecen los hombres y el humor de Ana cambia: ya no quiere estar con él, como tampoco quisieron estarlo anoche sus entrañables amigos Sara y Roberto, a quienes visitó. Él había contado con que le ofrecerían quedarse, pero tras escuchar la historia de las inquietantes presencias ni lo mencionaron. De modo que ese día, en medio de la euforia por el triunfo, Pablo está solo y convertido en presa del temor, que finalmente lo hará tomar un tren con destino a ninguna parte. Bajo el clima de terror dictatorial, no importaba si eras culpable o no, el miedo se apoderaba de todos y la solidaridad podía sucumbir ante el menor asomo de riesgo. En Hay unos tipos abajo, Antonio Dal Massetto retrató a la sociedad argentina de entonces, escindida entre la atmósfera opresiva que los convirtió a todos en sospechosos y la alegría de ser campeones del mundo.