300 palabras sobre Teoría general del olvido, de José Eduardo Agualusa
La guerra por la independencia de Angola comenzó en los años sesenta. Debió haber finalizado en 1975 con el retiro de la potencia colonial, Portugal, pero se extendió hasta comienzos del siglo XXI en forma de una conflagración civil internacionalizada por la participación, abierta o solapada, de Irán, Francia, Arabia Saudita, Marruecos, Zaire, Cuba, la Unión Soviética y Estados Unidos. En Teoría general del olvido, José Eduardo Agualusa repasa esas décadas de la historia nacional angoleña y lo hace a partir de la paradoja de su protagonista, Ludovica Fernandes Mano, quien falleció en 2010, a los ochenta y cinco años, tras vivir los últimos treinta y cinco —contados a partir del Tratado de Alvor— encerrada en el lujoso departamento de su hermana, desaparecida junto con su cuñado. Su única compañía, al principio, fue su perro —Fantasma— y, hacia el final, un niño vagabundo —Sabalu—, quien había logrado subir hasta el piso diez por unos andamios adosados al inmueble. Desde la infancia, Ludo tenía su propio poderoso motivo para temer a la calle y a los otros, de forma que el suyo fue un aislamiento autoimpuesto que no vivió como castigo, sino como liberación, pese al hambre y los diversos contratiempos materiales que se hicieron presentes con el paso del tiempo. Si quería salir, “buscaba un título en la biblioteca. Mientras iba quemando los libros (…) sentía que perdía libertad”. Pero no se puede proscribir el mundo por siempre, tarde o temprano se las arregla para irrumpir en tu vida. Y así lo hizo en la de Ludo, tanto para reencontrarla con su pasado, como para que el escritor angoleño la convirtiera en vértice narrativo de la huida de los colonos, los nuevos ricos, la corrupción, la deriva capitalista de gobernantes socialistas, la suerte invariable de los desfavorecidos de siempre…