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Foto del escritorFrancisco Vallenilla

Todo como en una novela

300 palabras sobre La séptima función del lenguaje, de Laurent Binet


 


 

En La séptima función del lenguaje, de Laurent Binet, hay unos cuantos muertos. El primero, Roland Barthes, quien murió atropellado por un vehículo en 1980 y a partir de cuyo deceso Binet elabora su divertida novela negra, donde mezcla una disparatada investigación policial con una mirada sarcástica al mundo de los intelectuales franceses y a las posiciones conservadoras de los galos, así como a las artimañas de políticos experimentados. Barthes murió, en efecto, arrollado por una camioneta de lavandería, pero no fue un accidente, sino el lamentable precio de encontrarse en posesión de un manuscrito con la fórmula para la séptima función del lenguaje, la performativa: el decir no se limita a enunciar, sino que es capaz de hacer realidad lo que se enuncia y cuya consecuencia práctica es la facultad de convencer al otro de que haga lo que se le pide que haga. Es obra del lingüista ruso Roman Jakobson, a quien solo se asociaba con su famosa descripción de seis funciones (referencial, emocional, conutiva, fática, etc.) y quien también participa en la conspiración, aunque con la intención de destruir el manuscrito. Derrida, Focault, Sellers, Althusser y Eco, entre otros, además del servicio de inteligencia búlgaro, una espía rusa, unos japoneses amigos de Barthes, gigolós… aparecen junto al derechista comisario francés a quien el mismísimo Presidente ha encargado la investigación y al doctorando Simon Herzog, reclutado por el policía para guiarlo en ese mundo que le es absolutamente desconocido. Herzog, al calor de la extraordinaria experiencia que le está tocando en suerte, incluidos tres atentados contra su vida, se pregunta si no será él un personaje de una ficción novelesca. De hecho, el libro comienza con una frase más que sugerente: “La vida no es una novela. Al menos eso es lo que a ustedes les gustaría creer…”.

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