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Foto del escritorFrancisco Vallenilla

Voces escuchadas

300 palabras sobre Biografía de un cimarrón, de Miguel Barnet


 


 

En los ingenios azucareros los esclavos vivían en barracones, pocos ventilados y hediondos, con piso de tierra y cerrojo para trancar a los trabajadores por las noches. A lado de estas viviendas-cárcel estaban las enfermerías: “Ahí nacía uno y estaba hasta los seis o siete años, en que se iba a vivir a los barracones, igual que todos los demás, y a trabajar”. Había negros de varias naciones: congos, mandingas, gangas, carabalís… y varias religiones, como la lucumí y la conga, también la católica. “Los días de más bulla en los ingenios eran los domingos (…) Había ingenios donde empezaban el tambor a las doce del día o la una”. La vida de esclavo la dejó cuando se hizo al monte, donde vivió varios años hasta que la esclavitud fue abolida. Como hombre libre, trabajó nuevamente en la industria del azúcar y luego participó en la guerra de Independencia de Cuba (1895-1898): “No había libertad. Por eso hacía falta la guerra”. Cuando disolvieron el ejército, él, como todos los negros libertadores volvieron “al campo, a la caña, al tabaco, a cualquier cosa, menos a las oficinas”. Esteban Montejo vivió más de un siglo y ya tenía 103 años en 1963, cuando contó su vida de esclavo, cimarrón y combatiente. Biografía de un cimarrón (1966) es su voz pasada por el respetuoso tamiz del etnólogo, ensayista y escritor cubano Miguel Barnet, quien con ella inició su ciclo de novelas-testimonio para indagar sobre la identidad cubana a partir de las voces que no se encuentran en la historia oficial. Seguirían Canción de Rachel (1969), Gallego (1981) y La vida real (1986). “No soy un escritor puro (…) He intentado conciliar las tendencias sociológicas y antropológicas con las literarias, convencido de que andan juntas por cavernas subterráneas, buscándose y nutriéndose en jubilosa reciprocidad”.

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